lunes, 25 de julio de 2011

Tren a Talcamávida



Aída Esther Mora
Peritaje.

“Soy Amelia, como ven soy joven todavía, casi 29 años, no alcancé a terminar la “Media” por algunos problemas que tuve con un “chanta”, después quedé embarazada.
Viajo a ver a mis padres, en realidad a mi me gusta el campo, la tranquilidad, el sol de allá, el aire, es distinto al que se vive en medio de edificios y bocinazos que rompen los oídos.
Mis viejitos están viviendo solos, después de la crianza de todos nosotros que éramos siete hermanos, finalmente han quedado con su perros, gatos y algunos cerdos.
Mi padre, Segismundo, le gustaba la crianza de puercos y sueña aún, con tener chanchos de raza.
Mi madre, Emelinda tiene 75 años y tiene quebrada la espalda, sufre de dolores terribles y toda la ropa le molesta, mi viejo la deja andar desnuda dentro de la casa. Su pelo es tan abundante y crespo como cuando él la conoció, hace veinticinco años que no se lo corta.
Mi viejo llegó a tener una camioneta, vendió tierras, pero no quiso subirse más a ella desde que mató varias gallinas regalonas. Ahora viaja en bus a Concepción y Negrete y usa la carretilla de mano para traslados menores. Como hija menor, los vengo a ver bien seguido, aún a costa de que en mi casa roben. Yo vivo en Boca Sur, la última vez mi vecino (me contaron los otros vecinos que lo vieron) se metió a la casa y me sacó todas las provisiones, ropa de cama, toallas que yo había comprado con mi último sueldo en el night club. Trabajo allí por que gano lo suficiente para mis dos hijos de nueve y diez años”.
- Cómo se llama el Night Club donde trabaja?
“Se llama “Lady Gaga”
Continúo, he deseado volver al campo, echo de menos el arrullo de los árboles, parece que se comunicaran con el viento, cosa que no ocurre en mi barrio…”
- Señorita, le agradecería se centre en el tema que nos preocupa, no necesito esos detalles.
- “Está bien, lo que quería decirle es que el ruido de los motores y las peleas acá en Boca Sur es insoportable, para que voy a hablar de los vecinos que se dedican a la “venta” hay cada trifulca…es casi todas las noches.
Lo que trato de decir es que yo visitaba siempre a mis viejos, temía por sus vidas, especialmente por mi amá que “estaba que estiraba la pata”.
Ellos vivían en paz, no peleaban como otros matrimonios, pero mi madre sufría mucho por los dolores que he dicho. Los encargué varias veces a la vecina Lusmenia que vive a unas cuadras más arriba, cerca del río Bío Bío, pero no tiene celular y no me puedo comunicar con ella todo el tiempo.
Ayer, llegué a verlos y estaban los dos acostados y el olor era muy fuerte. Si yo hubiera vivido con ellos, esto no habría pasado…. Eso es todo lo que puedo decirles”.

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