martes, 16 de agosto de 2011

Sin nombre




Aída Esther Mora

Cada vez que me preguntan por mi nombre, que cuál de los dos usan, empiezo a titubear, experimento una cierta hilaridad. Por qué se preguntarán. En honor a la verdad es que ninguno de mis nombres tiene nada que ver conmigo, es como si a un ave le hubiesen puesto como nombre rana o a una flor hipopótamo.

Mucho tiempo ya, me di cuenta que cada persona lo ve a uno diferente, nunca coincidirá una persona con otra respecto con lo que uno es o no es, entonces colocar un nombre que es algo estático, algo definido es incómodo, al menos para mi.

Si es verdad que somos dinámicos, pero siempre hay algo más esencial y estable en uno mismo, calculo, dirán los que quieran argumentar distinto a lo que yo pienso.

Les aseguro que yo soy una persona que no le calza ni la astrología, ni la numerología, ni menos los nombres que me han puesto.

No es soberbia ni vanidad, es que los sonidos no van acorde con mi ser más íntimo. A tal punto estoy seguro de eso que cuando me nombran, pareciera que no es a mí a quien se dirigen.

Lo que si sé, es que la convención, la costumbre, hace que uno se adapte a las cosas más descabelladas.

He pensado este asunto un poco más y descubrí que los esquimales no nombran el yo, les produce una vergüenza o pudor extraordinarios.

Así encontré que gran parte de ellos no saben como se llaman. Sienten repugnancia de pronunciar sus propios nombres y para salir del paso contestan con esa palabra comodín: nomekika (no sé). Y entonces cómo se entienden en la conversación? Ellos usan las palabras: usok, iksok, hachock, y otras que significan, respectivamente: “oiga usted”, “el de enfrente”, “el de abajo”. Si estuviesen reunidos varios esquimales y departen amigablemente y uno quiere dirigirse a Juan, por ejemplo, que está a su derecha, no dice:
“Oye, Juan”, sino: “el de mi derecha”. En el caso de la familia, la esposa no tiene nombre, es la madre de este chico, o la que está allí a la puerta, o la que vive en mi casa. Siempre usan para esto la palabra “usok” que significa “oiga usted”. Y ese usok es el nombre de todo esquimal que viene al mundo. También tienen nombres nativos, como zorro, muerte, luna, ojazos, pero no los usan.
Si llega un niño a la escuela desde otro lugar, se acerca a otro niño y le dice al oído su nombre para que éste me lo diga a mí, pero pronunciar yo el mío? ¡Jamás!

Sabido esto, ya no me preocupo mucho de este tema, hay algo en mi que no es tan raro como yo pensaba, que no sé ni como me llamo.


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